EL ÚLTIMO

EL ÚLTIMO COMPLOT DE PIÉROLA (LA ESTOCADA FINAL)

  • Además de las diversas correspondencias que Montero le cursó a Piérola, en las cuales el contralmirante da cuenta del abandono material en el que el gobierno central tenía sumido al 1er ejército. Además de la traición del 2do ejército el cual estando muy cerca de los frentes de Tacna y Arica, simplemente optó por retirarse. Además de todo ello, hubo un hecho que describe como fue de insano el dictador Piérola. 
  • Ante el descontento popular por el abandono en el que se le tenía sumido al 1er ejército del Sur, Piérola ordenó el envío de la corbeta Unión con un cargamento secreto hacia Arica. Al mando de dicha corbeta estuvo el comandante y hábil marino Manuel Villavicencio. Fue así como el 12 de marzo de 1880 zarpó del Callao la corbeta Unión con mucha fanfarrea y teatro organizado por Piérola, quien se encargó de hacer creer que en ese cargamento iba la salvación del 1er ejército del Sur. Tras hábiles maniobras y tras burlar el bloqueo de los barcos chilenos, Villavicencio logró ingresar con la corbeta Unión al puerto de Arica el 17 de marzo, causando admiración entre propios y extraños. Pero pasada la euforia de los peruanos en Arica, estos comenzaron a desembarcar y abrir el cargamento que llegó en cajas cerradas y triste fue su sorpresa cuando se dieron cuenta que sólo les habían enviado calzados, loneta blanca, botones y de armamento sólo 2 ametralladoras, una de las cuales estaba malograda y también la lancha torpedera Alianza.
La corbeta Unión

Fue así como Piérola se burló del 1er ejército del Sur y también del pueblo limeño. Esta burla significó un terrible golpe en el ánimo de los defensores del Sur, y terminó por dejar en evidencia la insana animadversión que Piérola sentía por Montero.
Resulta inaudito que Piérola le temiese más al triunfo del 1er ejército que al triunfo del ejército invasor, pero lamentablemente así fue. Fíjese lo que relata el escritor italiano Tomás Caivano, quien incluye también transcripciones de Vicuña Mackenna:
Más tarde, habiendo caído en poder del ejército chileno todo el archivo del dictador Piérola, el escritor Vicuña Mackenna escribía en abril de 1881 un artículo publicado por los diarios chilenos, con el título Montero y Piérola, que concluye así: “En diversos artículos, publicados mucho antes que los archivos de Lima cayeran junto con sus secretos en nuestras manos, habíamos sostenido, guiados más bien por intuición del corazón humano y las situaciones que crea la ambición a los caudillos, que hubo un hombre en la capital del Perú, por segunda vez vencido, que sintió a escondidas vivo regocijo en su alma al saber la derrota de Montero en Tacna, y que ese hombre fue don Nicolás de Piérola. Esa convicción nuestra estaba reflejada en una serie fragmentada de hechos, de confidencias y de medidas subalternas, especialmente en la estudiada tardanza de los movimientos auxiliares del 2do ejército del sur, que mandaba el coronel Leiva en Arequipa. Pero hoy, los que hayan leído con ánimo tranquilo y espíritu perspicaz los documentos que quedan publicados, podrán decir si entonces nos engañamos o no”.
Por otro lado en su manifiesto dirigido a la nación el ex ministro de Hacienda del gobierno de Prado hasta 1879, José María Quimper, dijo:
“El dictador sacrificó, a su ambición a aquel puñado de héroes (el ejército de Montero), hostilizándolo cuanto le fue posible y negándole todo refuerzo o ayuda de cualquier clase. La noticia del desastre se recibió con dolor profundo por todos (de la derrota de Tacna); pero Piérola y los suyos no supieron siquiera disimular su alegría. No existía ya ni sombra de oposición al régimen dictatorial, que dominaba sin rival en un vasto cementerio. “La Patria”, periódico oficial de Piérola, con un cinismo que rayaba en demencia, calificó placenteramente la derrota de Tacna como la destrucción del último elemento que restaba del anterior carcomido régimen”.
Después de la derrota de Tacna, lo que restó del 1er ejército se desbandó en fuga desordenada con dirección a Puno, cuando lo más acertado hubiese sido que se uniesen con el pequeño ejército comandado por Bolognesi en Arica. Pero ni Leiva, ni Montero acudieron al pedido de ayuda de los de Arica, y fue así como el coronel Bolognesi y sus 1600 bravos soldados se quedaron solos, acorralados por tierra y por mar por un ejército chileno compuesto por 5300 soldados que además de estar mejor armados, aquel 7 de junio de 1880 se encontraron con la moral al tope, debido a la reciente victoria que acababan de obtener en la Batalla de Tacna.
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